1920 – El Ateneo Sindicalista y la Casa del Pueblo de Palma
Durante mucho tiempo la organización obrera mallorquina se desenvolvió de una manera lánguida, hasta hace unos dos años que la Federación de Sociedades Obreras de las Baleares se trasladó a su actual domicilio, Ballester 32, con motivo del donativo de cien mil pesetas que hizo don Juan March a los trabajadores para que fabricaran una Casa del Pueblo. Desde este momento en que a dicha entidad solo la integraban unos cuatrocientos socios, fue robusteciéndose cada vez más, llegando a contar con más de ocho mil afiliados cuando se celebró el último Congreso obrero en Palma. Desde la celebración de éste, cuyo fin era la completa unión de todo el proletariado mallorquín, se han venido disgregando muchos elementos obreros de la Federación. Esto nos demuestra la triste realidad de que la labor del mencionado Congreso fue en un todo contraproducente para el fin que nos habíamos propuesto y que todos anhelábamos.
La causa de ese disgregamiento se ha derivado de las dos tendencias que existen entre los trabajadores respecto a la táctica que deben seguir estos en las luchas que surjan entre el capital y el trabajo. Hace ya muchos años que existe en Mallorca un partido socialista quien aconseja a los trabajadores que solo esperen su emancipación por la actuación evolutiva y parlamentaria. La clase trabajadora mallorquina venía escuchando a los leaders socialistas, quienes supieron llevar al ánimo de algunos, la idea de que únicamente su programa podría emanciparlos. Pero como la mayoría de los obreros miraban con desconfianza la actuación parlamentaria para lograr sus reivindicaciones, puesto que, aunque se promulgaran algunas leyes en beneficio de los trabajadores, luego los gobernantes se las ponían por montera, hace poco más de un año se constituyó un Ateneo Sindicalista, por unos cuantos de los que desconfiaban de la política, para organizar a la clase trabajadora a base de Sindicatos únicos de ramo, quienes aconsejan a los trabajadores que sólo esperen su emancipación de la revolución y de la acción directa. Los socialistas miraron con indiferencia la constitución de dicho Ateneo, porque nunca soñaron que el sindicalismo llegara a tomar en Mallorca las proporciones que va adquiriendo; mas al ver que hoy ya cuenta con un gran número de afiliados y que en todas las sociedades obreras existen multitud de trabajadores que simpatizan con las tácticas del sindicalismo; al ver que CULTURA OBRERA, órgano del Ateneo Sindicalista, cuya fundación solo data de ocho meses, ya tiene vida propia, muy próspera y segura, pues ya hace varios meses que se tiran más de mil ejemplares semanales, al ver todo eso los socialistas, han emprendido una gran campaña contra el sindicalismo revolucionario y a base de acción directa.
Y he aquí porque la labor del Congreso resultó no solamente infructuosa, sino contra producente. Porque los unos procuran destruir la obra que hacen los otros.
Estos días pasados el Comité de la Federación expulso de la Casa del Pueblo a los socios del Ateneo Sindicalista, Jorge Aloy, Antonio Salvà y Miguel Rigo, negándose en absoluto a dar explicaciones al Ateneo sobre el motivo de dicha expulsión, sin querer oír tampoco las razones que pudieran dar los expulsados para justificar su conducta, y anticipándose a la Junta de sociedades, única autorizada, en todo caso, para decretar dicha expulsión.
Esto constituye un incalificable atropello al Ateneo Sindicalista y causa más que sobrada para que se retire de la Casa del Pueblo, lo que espero hará muy en breve.
Nosotros hemos tratado siempre de unificar y armonizar voluntades, convencidos como estamos de que la unión hace la fuerza; pero en esta cuestión nos consideramos fracasados. Así como hay cuerpos cuya aleación es imposible, también hay ideales tan antitéticos cuya unión y armonía es imposible. Tales son el socialismo y el sindicalismo. Difícil será el ver como dos ministros de diferente ortodoxia ofician en un mismo templo. Los luteranos echarían del templo a los católicos y viceversa. Los dos ideales que hoy se sustentan en la Casa del pueblo se repelen mutuamente. La equivocación más grande que cometieron los que están al frente de la organización obrera fue el dejar instalar allí el Ateneo Sindicalista y la Agrupación Socialista, cuando sólo debieron de instalarse las sociedades de resistencia, como muy acertadamente hicieron en Mahón y en otros muchos pueblos. De ese modo se habría evitado el desmembramiento actual.
Pero ahora ya es tarde. La armonía entre unos y otros es imposible. Confesamos que fuimos unos ilusos al tratar de armonizar cosas inarmonizables. Visto nuestro error, desde hoy ya no recomendamos la unión, sino la desunión completa, el deslinde completo de campos. Los socialistas que se queden en la Casa del Pueblo y los sindicalistas que salgan todos de dicha Casa. Así que, todos los que simpaticen con el sindicalismo revolucionario y a base de acción directa, que abandonen la Casa del Pueblo y todos los que simpaticen por la acción evolutiva y parlamentaria que se queden con los socialistas. Así la Casa del Pueblo será lo que se pretende, un club político, y estando fuera de ella los sindicalistas tendremos la seguridad de que no contribuimos, ni aún de manera más indirecta, en las secretas especulaciones políticas.
¡Compañeros sindicalistas, el Comité de la Casa del Pueblo ha atropellado de la forma más indigna al Ateneo Sindicalista! ¡Separémonos, pues, todos de la Casa del Pueblo! ¡Formemos potentes Sindicatos a base de acción directa, y, cual ha hecho y está haciendo la organización catalana, luchemos contra todo y contra todos, hasta que hayamos logrado por completo nuestra reivindicación!
CULTURA OBRERA nº 35
10 de abril de 1920